Descripción
Desde las instituciones educativas en donde se imparten las primeras nociones de Derecho, ya sea como civismo o a razón de la asignatura con ese mismo nombre en el curso de estudio, es común aprender y entender que todo se rige por la norma e, incluso, se llega al trillado concepto de Derecho como “conjunto de normas heterónomas coactivas y coercibles, encaminadas a regular el comportamiento de los individuos en sociedad” o cualquier otra definición similar, inculcando desde ese momento -principalmente en países periféricos- varias ideas que comienzan a fraguar la ideología de todo estudiante que lo determinan para el futuro que enfrentará, como lo son:
- Que el poder del Estado es superior a todas las personas (incluso más que el de un ser supremo -cualquiera que sea el credo personal-, pues ese se ve en otra vida, pero éste se vive aquí);
- Que lo dicho por el legislador está presente en todo momento y en todo acto; y
- Que el Derecho es el cúmulo de normas que deben obedecerse prácticamente en forma ciega sin posibilidad alguna de desapego a ellas frente a la admonición constante de las sanciones que se avecinan, impuestas desde el exterior (así como a los menores se les inculca la admonición por castigo ante malas conductas).
En esta obra, se muestra el verdadero sentido de varios conceptos y la real magnitud de lo que implica la “libertad legislativa” o “libertad configurativa del legislador ordinario” y así tener un punto de referencia mas cercano a la verdadera sustancia de lo que implica su trabajo. Se trata de una obra que se desarrolla en tan solo dos capítulos, con los cuales, se da una nueva orientación a las falacias aludidas y, a la par, brinda un esquema ecléctico de lo que la tarea legislativa significa en un país.